"Numerosos artículos de divulgación científica se han escrito al respecto". Me parece una excelente entrada para la introducción de mi tesis. Logré, por fin, una atmófera ideal para la redacción: una luz ténue y cálida que ilumina mi escritorio; el aroma a café recién hecho que permite dar estatuto a mi oficina; y lo más importante, mis lentes apoyados sobre la mesa. No tengo ningún problema de visión, pero me gusta dejarlos desplegados en el escritorio, generando así, una acertada escena de cultura e intelectualidad.
Es increíble como un momento de lucidez puede ausentarse por tanto tiempo. Estoy hace ya tres horas intentando completar el trabajo, y sólo he conseguido esa bendita frase. Muy común por cierto.
Ahora surge una duda: ¿cuáles son los numerosos artículos a los que hago referencia? Ciertamente sólo cuento con uno, y de dudosa procedencia. De hecho, dudo que realmente se trate de divulgación científica. Así que mejor quito esto y dejo: "se ha escrito mucho al respecto". Me gusta como comienzo; tiene fuerza y contundencia; además es coherente con la máxima literaria "menos es más". Este suéter ya está apretando demasiado; la luz ténue está propiciando un esfuerzo de la vista que empieza a hacerse sentir; y me doy cuenta de la inutilidad y molestia del par de anteojos desplegados en la mesa.
Pero ahora surge otro interrogante: ¿realmente se ha escrito mucho al respecto? Quizá sí, pero lo cierto es que yo cuento con un solo material bibliográfico para mi tesis. ¡No puedo ser tan descarado y canalla!; mentir de esa manera es imperdonable. Voy a cambiarlo: "Se ha escrito al respecto". El impersonal le da cierta formalidad inherente a todo trabajo prestigioso. Ahora que lo pienso, el artículo que citaré para mi tesis de doctorado fue redactado, editado y publicado por mí mismo. Entonces la oración de entrada a mi tesis queda totalmente autorreferencial.
Lo lamento mucho por el lector, pero debo ser honesto: "He escrito al respecto".
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