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domingo, 3 de julio de 2016

Un domingo lluvioso





Todos los Domingos, sin excepciones, la idea del suicidio asomaba por su mente; una idea insidiosa cuya única finalidad era el escape de una vida caótica y sin sentido. Hacía ya mucho tiempo que su historia oscilaba entre Domingo y Domingo, anhelando los Lunes y el trabajo  que ya se había convertido en el único motivo para levantarse  y encarar las semanas.¿Qué circunstancias desafortunadas habían llevado a Gustavo a reducir su existencia a una espera? ¿Acaso algún hecho traumático era la causal de tal deterioro del deseo?. No existía tal cosa; Gustavo simplemente no anhelaba la vida. Desde que hace uso de razón que "las deidades no existen"; "somos en un tiempo continuo realizando actividades para darle sentido a nuestra vida"; "..humanos que danzan al compás de algún ritmo para significar su inútil existencia".
Cierto Domingo de lluvia, frente a la persistencia de las ideaciones suicidas emergió cierta insolente vitalidad.  No pensó en quitarse la vida, ni en lo arbitrario de las palabras y costumbres; no pensó en la fugacidad de los momentos ni en su superioridad intelectual frente a los demás mortales; no pensó en la continuidad del tiempo, cierta idea de discontinuidad y alternancia comenzó a imponerse con fuerza; no pensó siquiera en su Dios que no lo mira y permanece indiferente frente a la inutilidad del ser.  Esa mañana, por fin, logró comprender que justamente, por ser la vida un camino lento y doloroso hacia la muerte; por no disponer después de ella de un segundo tiempo de revancha, lo mejor sería realizar actividades, no con el fin de dar sentido a la existencia, sino que permitan la felicidad aunque sea fugazmente, incluso frívolamente. Desde esa mañana dejó de intentar el suicidio; dejó de pensar en la grandeza y transcendencia  y  bajó a desayunar con su hermosa familia...se puso a vivir.

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