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domingo, 3 de septiembre de 2017

El encuentro



Cuando la vio por primera vez, supo que sería la última. Supo que , claramente, toda su vida había sido un largo preparativo para ese momento. Una serie de pruebas de ensayo y error, que culminaron en ese instante convergente. 

Cuando la vio por primera vez, supo que sería la primera. La primera que conocería todas sus hazañas y proezas; la primera que vería con buenos ojos sus desventuras y defectos; que acariciaría cada uno de sus logros. Pudo ver en su mirada algo del orden del encuentro. No ese encuentro que mantenemos todos los días con extraños transeúntes que discurren por las calles con algún superficial objetivo. 

Hablo del verdadero encuentro; ese que tiene la potencialidad del cambio. De cambiar el rumbo. De alterar lo establecido. De ese tipo de encuentro estoy hablando. A ese tipo único y verdadero de contacto pudo asistir cuando la vio por primera vez. Un instante donde las fatalidades dejan lugar a oportunidades. Donde lo otro es posible. Un verdadero instante que marcó un antes y un después. 

Pudo sentir la brisa de verano recorrer con esmero cada una de sus incipientes arrugas. Pudo oír el sonido ambiental como lejano a pesar de la cercanía de los automóviles y sus bocinas. Hasta pudo sentir el lento paso del tiempo que caracteriza al encuentro. Ese tiempo que se torna absoluto en su relatividad cuando algo nuevo nos pasa; cuando la experiencia realmente acontece. Todo esto pasó cuando la vio por primera vez. Simplemente se convirtió en un hombre nuevo. 

Cuando la vio por primera vez, supo que sería la última vez que vería con esos ojos.

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