Mientras
manejaba recordaba aquel acontecimiento que marcó su vida. Resulta sorprendente
como hechos tan pequeños como un cachetazo, una pelea, un beso... pueden
marcarnos de maneras inusitadas para otros aspectos de la vida. Recordó cuando su padre le dijo lisa y llanamente "no podés".
Fue como una mochila que cargó para siempre. Una mochila abierta que con el
correr de los años se hizo más pesada. La llenaron sus novias, sus jefes, sus
malos amigos, sus profesores y hasta sus médicos. La llenaron a tal punto que
realmente no pudo moverse más.
Un día cayó en una profunda anhedonia. Nada lo
colmaba. Absolutamente nada. Esa mochila no tenía espacio para más. Simplemente
no podía encarar sus días con placer. Vivía por vivir. Ni el mismo sabía explicar qué es lo que le
pasaba cuando sus novias le demandaban amor. Pero en el fondo lo sabía. Su padre siempre
tuvo razón. El no podía. No podía nada. No pudo conservar un trabajo por más de
seis meses, nunca pudo terminar estudios
terciarios, nunca pudo encarar una relación duradera. Nunca nada.
Ahora, camino
al hospital pudo recordar ese momento. Cuando era pequeño, unos diez años, le
había comentado a su padre el deseo de ser pianista.
-
No hay plata para eso-dijo su padre seriamente. Además
no tenés talento. No podés
Sólo eso basto
para aplastar su deseo. Nunca más insistió con el tema. Quizá la seriedad
solemne con que se lo dijo. Quizá el hecho de remarcarle su falta de talento. O
quizá que se lo dijo un día en que quién sabe qué químico cerebral no estaba
funcionando correctamente. Lo cierto es
que guardó bien al fondo de la mochila el deseo de ser músico y se dedicó
simplemente a hacer lo que todos esperaban que hiciera. “Estudiar para ser alguien el día de mañana”.
Le puso esmero
al estudio. Lamentablemente no tenía muchas aptitudes académicas, por lo que a
duras penas terminó sus estudios secundarios y se dedicó a trabajar de lo que
podía. De vez en cuando se inscribía en alguna carrera terciaria para tener
mejores trabajos. Pero nunca finalizaba esos estudios. Siempre había algún curso
nuevo, alguna oportunidad laboral única que terminaba siendo una decepción.
Odiaba tener jefes. Odiaba cumplir con horarios laborales estrictos. Con la
vida amorosa todo era igual. Estaba con mujeres porque eso se esperaba. Nunca
sintió amor por ninguna. Y tal vez nunca sintió amor por nada ni nadie.
Con el correr
de los años su padre fue conociendo a otra mujer con la que planea irse a vivir
y formar una familia. Mirta. Ella está a punto de dar a luz. Últimamente su
padre se llena la boca con este nuevo hijo. Lo llena de sueños y deseos. Quiere
que sea jugador de fútbol. Habla con Mirta de cómo cuando tenga edad lo llevará
al club para que de a poco desarrolle el talento futbolero.
Va camino al
hospital para conocer a su hermano recién nacido mientras piensa en aquel
momento y de cómo lo marcó para siempre. Va pensando en su falta de deseo para
la vida. De cómo el “no podés” marcó
una y cada una de sus aventuras. Pero pasa de largo. No se detiene en el
hospital. Estaciona en frente de un pequeño edificio con un anuncio en letras
llamativas
ESCUELA DE MÚSICA CONTEMPORÁNEA.