En el barrio de Villla Adelina, aquí en el conurbano bonaerense, existe una casa donde muchos aseguran, sin temor a equivocarse, que vive un espectro sospechosamente malicioso. La sospecha que denuncio no hace referencia a su carácter pernicioso; más bien levanto el velo de la duda sobre la existencia misma de dicho fantasma. Mi conjetura es que fue un invento de comerciantes inescrupulosos para atraer a la muchedumbre consumista.
Hay varios puntos a favor que respaldan la hipótesis formulada: la actividad comercial en nuestro barrio se ha visto muy deteriorada por las reiteradas crisis económicas que azotaron al país, en forma pendular desde... bueno, desde siempre. Entonces, no me extrañaría que alguno de estos vendedores de cuarta, desesperados por vender hasta sus orines, hayan inventado la existencia de un espíritu. Lo que sucede, y esto no puedo explicarlo del todo, es que inventaron un fantasma malicioso. Que asusta a los pibes y a las viejas. El resultado fue el contrario: la anhelada clientela se vio espantada. Pero no por eso mi hipótesis es descartada.
Acá en el barrio, los comerciantes son unos caraduras. Todavía recuerdo, allá por el 1976 cuando Gustavo, el carnicero, disfrazaba la milanesa cuadrada vendiéndola como lomo; y te vendía la picada común como especial... un descarado.
Otra de las valoraciones empíricas que respalda mi hipótesis es la total falta de concordancia entre los relatos acerca del fantasma. Las historias infantiles las pasaré por alto; es sabido que las más de las veces son influenciados por la televisión o programas radiales. Pero pensemos en los relatos de los adultos y los viejos. Ellos cuentan que el espectro es gritón. Se oye como un grito gutural que no deja apreciar semántica o sintaxis alguna, cuando pasan cerca de la vieja casona. Desde un jardín sin enrejar, los transeúntes escuchan sólo gritos. Pero como siempre, cuando diferentes sonidos sin sentido caen presos de la subjetividad, los gritos adquieren significación .
Algunos dicen que el espíritu grita sólo malas palabras y amenazas para espantar a la gente de su jardín; otros denuncian que el fantasma es justiciero y que a viva voz desenmascara a ladrones y asesinos del barrio. Como el turco Asangi, que cayó preso cuando según se relata, el fantasma justiciero denunció el hurto de un automóvil cometido por el turco años atrás. Otros aún son más jugados y pretenden sacarle al fantasma respuestas acerca de las inquietudes existenciales propias del ser humano. Así, se plantan en el jardín y comienzan a interrogar al espíritu ¡Qué estupidez! Como si realmente pudiera escucharlos. ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cómo es el más allá? ¿Qué quieren las mujeres? De los gritos descontrolados del fantasma, que oscilan en gravedad y agudeza, algunos se llevan una respuesta. Otros, la mayoría por cierto, se desencantan de la idea y empiezan a confabular explicaciones racionales del fenómeno: ondas mecánicas que emanan de la superficie del suelo, ondas electromagnéticas que emanan de la superficie del suelo, algún tarado escondido en la vieja casona que está bromeando con nosotros.... etcétera.
Lo cierto es que nadie sabe nada. Los ruidos están. Pueden tener una explicación racional... pero están. Yo sin embargo, no me canso de denunciar que es todo un invento de esos comerciantes. Lo grito a viva voz, pero nadie me escucha. Vienen con sus preguntas estúpidas pero no me escuchan. .Vienen a escuchar sólo lo que quieren oír. A veces me enojo demasiado con toda esta gente del barrio. ¿ Cómo no logran darse cuenta de que es todo obra del capitalismo y del consumismo desmedido? Todo es obra del consumismo. Todo. Desde la física mecánica, hasta el psicoanálisis. Desde el pavoneo de un organismo unicelular, hasta el cáncer que me ultraja. Todo culpa del consumismo. Lo grito y lo denuncio y nadie me escucha. ¡Qué necios! Sólo escuchan lo que quieren oír. Bueno... después de todo, si hay algo que me enseñaron los años de vida es que siempre que preguntamos es para escuchar algo conocido, algo que nos reconforte. Y no la cruda verdad: ¡La pregunta misma es obra del capitalismo!
Recuerdo aún el año 1956, cuando limpiando el jardín de mi casa yo mismo veía pasar a la gente tratando de que me escucharan. Tratando de que entiendan que el fantasma no existe. Que es sólo una invención de los comerciantes inescrupulosos de este barrio de mierda, que debería perderse para siempre.